Centauro descamisado

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Daniel Santoro

lunes, 19 de marzo de 2018

Notas sobre Maquiavelo, la política, el gobierno y el Estado en tiempos del crecimiento invisible.

José Queruza para https://mirada-critica.com/

Mauricio Macri, el Príncipe Posmoderno
En tiempos donde el discurso político se muestra liviano, superficial y digerible, paradójicamente, la divulgación filosófica, nunca estuvo tan extendida. Desde aquellos programas de José Pablo Feinmann y Darío Sztajnszrajber, en el canal Encuentro, pasando por la más reciente “Merlí”, una serie española de la plataforma Netflix, pensada en un principio para el público adolescente, pero que logró concitar cierto interés en personas de generaciones distintas, sumado a los libros de José Natanson o Duran Barba, dan como resultado un panorama del atractivo que tiene en algunos sectores la filosofía y el pensamiento político.
¿Por qué Macri? ¿Sigue existiendo la derecha y la izquierda? ¿Cómo es la política del siglo XXI? Estos son los temas que recorren los debates televisivos, le provocan insomnio a los intelectuales y llenan las páginas de los libros del variopinto escenario político, desde José Natanson a Duran Barba, solo por nombrar algunos de los autores que parecen ineludibles en estas horas, y que repasan en sus obras, viejos y nuevos preceptos a la hora de fundamentar, criticar o buscar argumentaciones y nuevas ideas que presenten posibles respuestas a los complejos escenarios políticos actuales.
Haciendo una lectura rápida y transversal de la obra uno de los padres fundadores de la Ciencia Política, Nicolás Maquiavelo (1469 - 1527), describe en “El príncipe”, la mejor forma de conquista, ejercicio y mantención del poder de un jefe de Estado con poder absoluto. En ese texto, publicado en Roma en 1531 póstumamente, el florentino realiza algo impensado para la época, o mejor dicho algo muy de época, como fue el Renacimiento italiano, que fue un verdadero florecimiento de las ciencias y las artes poniendo en el centro al Hombre. Pero que también tuvo grandes detractores, como el jesuita español Claudio Clemente, que acuño el término “maquiavélico” en su “El maquiavelismo degollado” publicado en 1636, o las persecuciones que le costará a Galileo, con quien Maquiavelo se sabe compartió largas conversaciones, la “abjuración” sobre sus teorías heliocéntricas.
A Maquiavelo lo obsesionaba la unidad y la independencia de Italia, que debía encolumnarse bajo el liderazgo de un caudillo que superara las divisiones internas y frenara las incursiones de enemigos externos. Asimismo, veía en el Vaticano y en la Iglesia Católica un freno para la unidad. Uno de los puntos centrales de su pensamiento político es la separación de la política de la moral. Al llegar a afirmar semejante idea, también ponía en discusión la autoridad del Papa romano en decidir en las guerras territoriales y la “razón divina” para justificar apoyos, a unos sobre otros, de la Iglesia y la siempre preocupante amenaza de excomunión.
Esos ecos del poder papal, aún gravitan en la escena política de occidente. Durán Barba y su Príncipe Posmoderno, Mauricio Macri, bien saben del poder simbólico que guarda el guardián de las llaves de San Pedro. No es nueva esa tensión entre un gobierno que necesita un Estado secular como tampoco cuando los gobiernos se vuelcan a posicionamientos más proclives a seguir los dogmas y mandatos clericales. En la Argentina casos no faltan, desde la presidencia de Julio A. Roca que cortara relaciones con el Vaticano, hasta Juan Perón, que fuera derrocado con el beneplácito de las cúpulas católicas locales.

Guerra contra el Papa

El Príncipe Posmoderno, siguiendo a Maquiavelo, o a Duran Barba, mejor dicho, “no está preso de sus palabras” ni de sus promesas de campaña. Así, Macri mantiene una guerra de baja intensidad con el Papa Francisco, que está totalmente alejada de arrepentimientos, pesares personales, o dogmas no compartidos. Alejado totalmente de sus promesas electorales, ha optado por un modelo completamente opuesto al que promueve el Papa, borrando con el codo aquella imagen que se figuraban aquellos que caceroleaban llenando las plazas contra el gobierno de Cristina y cortaron las rutas hace 10 años, aquel 2008, durante el conflicto con el campo por la Resolución N° 125, y que veían, hasta no hace mucho, en el pontífice, un aliado imprescindible.
Muchos de los que festejaron, hace cinco años atrás, la “fumata bianca” cuando Francisco fue elegido, hoy no lo pueden ni ver, y viceversa, muchos kirchneristas, que veían en Bergoglio un duro opositor, hoy no dejan de repartir estampitas entre los amigos.
Esta guerra contra el papado, ha llevado a Durán Barba a aprovechar el desconcierto para poner en agenda un tema tan sensible como es el aborto legal y gratuito, y con eso, evitar que Francisco le marque la cancha de la política nacional con sus amigos del sindicalismo y con los movimientos sociales. Hace algo así como, -si el Papa no me quiere, hago lo que sea para alejarlo más y hago lo que yo quiero- una constante en la vida del hijo del condottiero de la patria contratista.
Con la hegemonía total sobre los medios de comunicación y una cada vez más compleja situación económica, las campañas de agitación mediático sobre temas sensibles van rotando semana a semana: el arancelamiento universitario, el cobro de la educación y de los servicios a los inmigrantes, la justificación del gatillo fácil y la baja de imputabilidad para los menores que cometen delitos, el aborto, la legalización de la marihuana, etc, todas cortinas de humo que sumen al periodismo y a los comunicadores sociales en maratónicos y confusos debates inaplicables por carecer de rigor constitucional y poder parlamentario para llevar esos cambios adelante. Por otro lado, valga decir, que tampoco se encuentran dispuestos a que se establezcan debates serios, con consultas populares o plebiscitos para resolver temas tan preocupantes, que son banalizados, cayendo en la vorágine de una ensalada televisiva.
Durán Barba sabe que debe mantener unido y cohesionado su electorado sobre el discurso que lo llevó al triunfo en Octubre pasado. Pero el discurso que debe mantener no es el de la campaña. Él sabe que con este ruido mediático nadie escucha nada, el discurso que le interesa es el de los votantes, lo que dicen sus votantes, y por eso este fin de semana ya largó Cambiemos la temporada de “timbreo”. De ahí, obtienen los datos que filtrados y triturados por la consultora de Duran Barba alimentaran luego los spots televisivos, la cartelería en las rutas y las puestas en escenas en los medios.
Si los consultados, entre mates, sonrisas y selfis, querían “seguridad”, la devolución de los técnicos y sociólogos de Cambiemos, le va a agregar impunidad a las fuerzas de seguridad para matar. Si al electorado le cae mal Baradel y otros jefes sindicales, los va a desprestigiar públicamente en los medios y hacer todo para restarles poder y disciplinarlos a través de operaciones judiciales.

Surgimiento y tradición. Divide y reinarás
Pero, ¿De dónde surge Macri y su liderazgo? ¿Cómo logró Macri reponerse de su mala imagen, criticado duramente por quienes hoy son sus más férreos defensores y comparten el mismo espacio político?
Macri es hijo de la farandulización menemista de la política en los 90 que llevó a Palito Ortega y a Scioli a la política. El camino de Macri fue más largo, primero fue la presidencia de Boca y finalmente con la crisis de representación política del 2001, el PRO encontró el momento justo para hacerse del poder cuando fue la tragedia de Cromañón. En aquella oportunidad, el PJ porteño votó con el macrismo la destitución de Aníbal Ibarra. Luego algunos de esos peronistas porteños pasaron a engrosar las filas del PRO. El kirchnerismo también fue siempre contra Ibarra, La Campora, nunca entendió lo valioso que podía ser tener un espacio progresista dentro de un armado peronista en un terreno tan difícil como la Ciudad de Buenos Aires. El mejor candidato, que podía tener el kirchnerismo de entonces, no era Filmus sino Ibarra, que tenía una construcción real y una extensa experiencia de gestión. Pero, pensaron que podían suplantarlo rápidamente, y desde entonces el mapa de la capital se pinta de amarillo elección tras elección. Así, Macri es hijo del menemismo, el PRO de la crisis del 2001 y CAMBIEMOS de la Resolución Ministerial N°125 del 2008.
El oportunismo y la férrea decisión de hacerse del poder político siempre acompañó a Macri, tanto es su veta de empresario de la Patria Contratista, que creció haciendo negocios con el Estado, como en el ejercicio de los ejecutivos siempre miró hacia arriba viendo el siguiente escalón y pisando seguro se dispuso a trascurrir todo el recorrido hasta la Casa Rosada, pero con la naturalidad de quien se siente nacido para mandar. Su discurso está cargado del contenido imperativo del patrón de estancia, esa mezcla de queja y orden, tan conocido por cualquier habitante de nuestra pampa húmeda y de los cordones fabriles del Gran Buenos Aires. Expresiones como: ¿¡Cómo puede ser! que haya tantas universidades!? ¿¡Qué es eso! que vengan de otros países a nuestros hospitales y no paguen nada? , son parte de una manera casi impune de tocar los temas de extrema sensibilidad social y política, que un político debe rozar siempre y buscar la forma para no caer en la incorrección, no mellar la apariencia de lo que habitualmente conocemos como lo “políticamente correcto”. Esa incorrección discursiva, sin embargo, no resulta transgresora porque está cimentada en el inconsciente y el sentido común de las relaciones de poder y en las jerarquías laborales. Es la base de un relato conservador metido, en lo que el filósofo Tomas Abraham, denominaría el “genoma” político nacional.
Por eso luego de legitimar su gestión con las elecciones de medio tiempo del año pasado, Macri puede y debe mantener el prestigio del gobierno. Esto exige del despliegue de la fuerza, prescindir de limitaciones éticas antes establecidas por valores democráticos inculcados por la lucha de los organismos de Derechos Humanos y acusarlos de corrupción, ridiculizados con argumentos de un sentido común chabacano, machista, xenófobo, represivo y anticonstitucional. Siempre con un modo que revuelve las tripas a los sectores intelectualizados y culturales, pero que resuenan familiares en una gran parte de la población.
“Divide et impera”, Divide y reinarás, es otro de las máximas maquiavelianas que hizo suya Macri con el suficiente éxito como para poder divisar un segundo gobierno en el 2019, sin que el segundo semestre anunciado apareciera jamás. Partir y cooptar sectores del radicalismo, del progresismo, la CGT, el PJ, la UIA, los sectores agrarios, los gobernadores y los intendentes estuvo en la mente de Duran Barba desde el minuto que Macri se calzó la banda presidencial.

“Trincheras”

Antonio Gramsci, uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, quien muriera en 1937 luego de padecer las cárceles del régimen fascista de Mussollini, escribió unos 32 cuadernos que son recordados como los “Quaderni del cárcel”, entre estos escritos publicados post mortem está “Notas sobre Maquiavelo sobre la política y sobre el Estado moderno” donde toma la obra de Maquiavelo para hacer una revisión de la literatura y la historia italiana. Como lectura obligada en las filas juveniles del Kirchnerismo durante la última parte del gobierno de Cristina y más actualmente también citado por el eurodiputado español Pablo Iglesias de PODEMOS, su análisis sobre la política donde la asociaba a las tácticas militares de la Primera Guerra Mundial, en correlación con el pensamiento del militar y filósofo prusiano Carl Von Clausewitz quien afirmaba que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, pero sobre un campo de batalla donde ya no se disputaba una guerra de movimientos, como vemos en los cuadros de la guerra de independencia con un genial San Martín desplegando sus ejércitos en movimientos envolventes al enemigo, sino una moderna entonces guerra de trincheras. Esas “trincheras” que se cavaban en el campo de batalla también estaban en el campo político y se hallaban construidas en la sociedad civil, que se componía de las instituciones no estatales como los partidos políticos, los medios de comunicación, centros educativos, sindicatos, organismos eclesiales, clubes de futbol, asociaciones profesionales, etc.
Gramsci entiende que todas estas instituciones están imbuidas de una ideología emanada por la clase dominante que a través de un proceso de lucha marcado por relaciones conflictivas de fuerza y coerción, pero también con consenso y seducción, la cual denomina HEGEMONIA. Así los sectores dominantes desarrollan una capacidad de convencer a las mayorías sociales con un discurso alineado en todas las arenas de la sociedad. El discurso comecoco, de cualquier campaña mediática encuentra adherentes en diversos sectores sociales, profesionales y políticos porque ha sido aprendido y replicado en miles de estas instituciones sociales desde que estábamos en el jardín de infante hasta en el club del barrio. Por eso dentro del pensamiento político de izquierda del siglo XX, Gramsci, incorpora la necesidad no solo de dar la batalla en el área económica sino también en el área de la cultura y el discurso donde se afinca la ideología de las clases dominantes hegemónicas.

La Batalla Cultural
A partir del 2012 los sectores juveniles del kirchnerismo intentaron una vía teórica gramsciana. Ponerle nombre a la disputa que tenía el gobierno de Cristina con Clarín y La Nación, implicó definirla como una “Batalla Cultural” contra un bloque hegemónico constituido por los medios de comunicación concentrados, la Sociedad Rural, sectores de la justicia opuestos al kirchnerismo y los sectores financieros lastimados por el cambio de rumbo económico que en el 2008 había terminado con las AFJP, entre otras cosas. Aquella batalla cultural tuvo muchos rounds desde su anuncio y la mayoría ciertamente fueron derrotas para el kirchnerismo, tal vez la mayor de ellas es no haber podido constituir un bloque contrahegemónico amplio en el 2015 como sí lo hiciera en 2011.
La hegemonía política nunca dejó de ser favorable al sector que representa Macri. La muestra de eso es que cuando lograron vertebrar un bloque de poder, que hasta el 2008 estaba fragmentado, luego de algunos traspiés electorales no paró de ganar elecciones.
Ese traspié fue el 2011, el año del empate hegemónico, cuando Cristina arrasó con el 54% de los votos. El discurso kirchnerista del Bicentenario de entonces había logrado permeabilizar esas “trincheras” sociales diversas. Por eso Macri, nuestro Principe Posmoderno trata de enfrentar esas múltiples trincheras de mil formas posibles, casi todas con la billetera del Estado, nada nuevo.

De la grieta al abismo

La batalla cultural, si bien la perdió el kirchnerismo, logró tocar algunas fibras profundas en ciertos lugares sensibles de la sociedad como son la juventud, algunos sindicatos, movimientos sociales de base, al mismo tiempo que paranoiqueó a las burocracias sindicales, partidarias, a los poderes concentrados de la economía agroexportadora y a sectores del contradictorio sector industrial nacional, que podían coincidir con Cristina pero que necesitaban una salida más dócil como podía ser Florencio Randazzo o Sergio Massa, que conociendo esa necesidad del establishment económico-politico, decidieron tirarse a la pileta sabiendo incluso que la pileta estaba vacía. A Randazzo no le alcanzó con demostrar que había sido un buen funcionario y Massa con su alianza con Margarita Stolbizer alejó más votos peronistas que los votos progresistas que atrajo.
Macri, o mejor dicho, su consiglieri Duran Barba, armó la táctica un poco parecida a la de Cristina, pero a la inversa. Si para Cristina se trataba de permeabilizar esas estructuras, tomarlas convirtiéndolas en propias al proyecto de gobierno. Recordemos que en ese momento se le cuestionaba a Cristina que abría focos de conflicto en muchos lados al mismo tiempo y se la acusaba de dividir al país y generar la “grieta”. En el caso actual, de Macri, consejo de Duran Barba, hoy se trata también de tomar una actitud de enfrentamiento y conflicto con esos mismos sectores para permeabilizarlos, pero ya no para ganarlos sino para dividirlos internamente y a partir de ahí desnaturalizarlos de la idea de unidad colectiva para crear la idea de individualidades que operan inconexas y enfrentadas, y a así plantear una nueva forma hegemónica más acorde al modelo que está desarrollando Cambiemos de coerción con consenso.
Si Macri está haciendo lo mismo que Cristina, también debe conocer sus riesgos y peligros. Cuando a Néstor y a Cristina les decían a la oposición dispersa y también antidemocrática en sus formas que formaran “un partido político y ganen las elecciones” esos sectores difusos y dispersos se unieron, acordaron un discurso y ganaron las elecciones del 2015. Duran Barba debe saber que si el peronismo, los sectores feministas, los universitarios, los sectores del trabajo, los desencantados votantes por el desarrollo de la economía, del costo de las tarifas, de las inflación y también sectores del sodomizado votante radical, sensible a las políticas de Derechos Humanos y el ninguneo político al que son sometidos diariamente. Una muestra de eso es el “acting” que protagonizó Nicolas Massot en el programa de Antonio Laje (ver https://www.pagina12.com.ar/100457-estamos-al-aire). No podemos asegurar que se trató de una equivocación, un daño colateral, o un error calculado para seducir a sectores peronistas bonaerenses dubitativos y proclives a la conveniente situación de hacer política con la billetera llena. Entonces el penetrar, dividir y cooptar para reinar parece ser la peligrosa forma que eligió Macri para asegurar su reelección en 2019.

Cuestión de tiempo
Si bien todos sabemos que el 2017 terminó al otro día que Cambiemos ganó las elecciones parlamentarias de medio tiempo, así también, vemos que el 2019 afloró entre las montañas de piedras que en diciembre pasado crecieron durante la sanción de nueva Ley Jubilatoria.
El 2018 es un impasse, no existe. Es un tránsito que estará marcado por el futbol, las miles de campañas mediáticas, las cortinas de humo y las idas y venidas para tratar de encontrar espacios de satisfacción y de aparcamiento político para hacer tiempo.
Duran barba y sus turiferarios ya han decidido la táctica a seguir para este año: escandalizar las pantallas con debates sensibles para la población. Pero, para dejarlos inconclusos por la sola razón de tensar y polarizar las posiciones, y trabajar con la pobre inocencia de la gente (como diría León Gieco). Reformas como el arancelamiento universitario, el cobro a los inmigrantes por los servicios de salud gratuitos, el establecimiento de una ley de aborto legal y gratuito y la despenalización de la marihuana, son todas cortinas de humo que agitan las mañanas de los diarios y los canales de noticias donde el jefe de gabinete, Marcos Peña, la vice presidenta Gabriela Michetti, o el mismo Macri, agitan la histeria de una población que no logra descansar de los sobresaltos económicos y políticos.
Sin embargo, estos juegos mediáticos del poder ejecutivo generan un enorme impacto sobre sectores sensibles. En el país del femicidio y el NI UNA MENOS, hablar del aborto no es un tema menor, más cuando se movilizaron, como jamás lo hicieron antes, cientos de miles de mujeres este 8 de marzo, ( a las que acompañamos con respeto y solidaridad en esas luchas). También cientos de miles habían movilizado por la aparición de Santiago Maldonado, y lo mismo el 21 de febrero cuando una gran cantidad de trabajadores y movimientos sociales fueron convocados por el sindicato de Camioneros a marchar y protestar, inundando la Avenida 9 de Julio de Buenos Aires sobrepasando las expectativas del oficialismo del Triunvirato de la CGT, que salvo Smith, el resto no adhirió a la movilización. Hasta Moyano mismo se debe haber sorprendido del tamaño de la convocatoria, que hoy se ve con la posibilidad de reposicionarse sindicalmente más allá de la tibia y complaciente CGT, pero también que deberá asumir una responsabilidad política mayor.
Por ahora la insinuación que hizo Pablo Moyano de reeditar el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA que enfrentó a finales de los 90 al gobierno de Menem) y las declaraciones de su padre de aportar en la “reconstrucción del peronismo”, con Cristina adentro, lo ponen al camionero entre los actores centrales del momento.
Estas verdaderas puebladas, el 21F, el 8M, etc, que se vienen repitiendo, parecen no molestar al gobierno, es más, parecieran generadas por ellos mismos. Como si fuera que el conflicto y el antagonismo sería la forma de consolidar y acrecentar el capital político propio. Algo así como, “si les gustó hasta acá, les traemos más”. Tal vez por eso la ministra de seguridad Patricia Bullrich se mantenga en el Ministerio de Seguridad pese a los casos Maldonado, Nahuel, Chocobar donde el gatillo fácil y la represión ilegal e ilegítima ha sido en signo común denunciado los organismos de Derechos Humanos y los partidos políticos de la oposición.
A simple vista, ya pasó el latiguillo discursivo de la “pesada herencia”, pero no porque dejara de ser efectivo, sino porque cada vez son más públicos los casos de corrupción y ocultamiento de cuentas, negociados y malversaciones de funcionarios del círculo íntimo del presidente.
De aquí hasta las elecciones de 2019, todo será así, una repetición de puestas de escena mediáticas para histerizar a la ciudadanía, tratar de alejarla de visualizar una opción política alternativa. Pero, más acá, aún no sabemos si el peronismo podrá unirse para construir una opción de poder y programática que encolumne a toda la oposición en un nuevo proyecto amplio, representativo, fresco, renovador, mayoritario, y pueda, por lo menos, presentarse a dar batalla electoral en el, ya ahí, 2019.

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