Centauro descamisado

Centauro descamisado
Daniel Santoro

viernes, 29 de abril de 2011

"Instrucciones para los estancieros y colonias para los hijos del país. Un ensayo"

En 1979 aparece “La Vuelta” de Martín Fierro y entre 1881-1882, José Hernández, escribe y publica “Instrucción del Estanciero”. Se podría decir que ambos textos presentan un correlato lógico y una toma de postura agiornada o coincidente con los nuevos tiempos que corren. Martín Fierro ya no es el gaucho indómito que cruza los desiertos pampeanos libremente sino que en su “Vuelta” es un gaucho “integrado” que necesita casa, iglesia, educación y derechos. Ahora, el gaucho, al mismo tiempo que debía ser educado civilmente también debía adiestrarse en las nuevas labores que exige el medio rural adaptado para la producción intensiva de ganadería y cereal para los mercados ultramarinos.
La “Instrucción del Estanciero” surge a partir de un pedido del gobernador de la provincia de Buenos Aires Dardo Rocha que quería enviar a Hernández a una misión a Europa y Australia para mejorar la ganadería y las razas pampeanas, pero este rechaza el ofrecimiento y escribe el texto gratis y “sin salir de su casa”, como narra más tarde Rafael Hernández en la biografía sobre su hermano.
El texto repasa las técnicas para la cría de la hacienda, aconseja sobre la utilización de “alambrados” para no tener “todo mezclado: vacas de cría, vaquillonas, novillos y terneros, no es cuidar hacienda, sino vivir con su capital entregado a la Providencia, teniendo más pérdidas, menos aumentos, peores engordes, mayores peligros y menores mejoras.”; lejos habían quedado los tiempos cuando el gaucho Fierro no necesitaba nada más que su bravura e hidalguía para sobrevivir y de frente le hablaba a la Divina Providencia y guitarra en mano recurría a la ayuda de los santos del cielo. Hernández repasa las técnicas de la administración rural, hace un compendio de aceros galvanizados, varillas de “fierro” y manifiesta el asombro que le provoca una puerta tranquera mecánica “en una de las últimas exposiciones en Buenos Aires” invención de los señores Zamboni e hijos “que además de su seguridad, tenía la comodidad de poder abrir de a caballo” y cerrase sola.
Hasta allí el escrito no sale del plano técnico para el que había sido consultado pero en la Séptima Parte, IV escribe la “Formación de colonias con hijos del país”, donde reclama la atención de los habitantes originales de la Argentina. Hernández con un estilo prolijamente descriptivo y con una claridad desgarradora hace su llamado a las autoridades para que ejerzan justicia con el sector que había perdido todo en la bonanza que traía la “paz y administración” roquista en tiempos de orden y progreso posterior a la Campaña del Desierto. El capitalismo de la revolución industrial inglesa dejaba así su marca y sus víctimas en los países coloniales y periféricos. Es así que Hernández aboga en su escrito por las colonias con “hijos del país” mientras critica la decisión de este tipo de empresa civilizatoria solo con la inmigración europea dándole “ventajas considerables” para los colonos extranjeros. Cuenta Hernández que la provincia de Santa Fe contaba entonces con 65 colonias “exuberantes de vida y de prosperidad, que producen ingentes millones anualmente”, mientras que la provincia de Buenos Aires permanecía “estacionaria”, no seguía el mismo movimiento colonizador rural y dejaba la mayor extensión de tierras fértiles del país en manos de una oligarquía omnipotente. Al mismo tiempo que se habían fortalecido estos sectores los “hijos del país” habían sido desplazados y empobrecidos, es por ello que Hernández dice: “ Y la Provincia de Buenos Aires necesita, tanto como la que más, ocuparse de esta importante cuestión, que hoy es para ella, cuestión social, cuestión de vida y de bienestar para mucha gente, cuestión de orden, de economía, y de seguridades para la riqueza rural”. Hernández no desprecia el aporte y las ventajas de las colonias con “elemento extranjero” pero subraya que “Ningún pueblo es rico, si no se preocupa de la suerte de sus pobres”, y para eso hace falta el reconocimiento del problema de la concentración de tierras: “Cada propietario encierra bajo su alambrado un extenso número de leguas de campo; arrojando de allí a cuantos no son empleados en las faenas de su establecimiento”.
Con brillante lucidez Hernández se anticipa a los “problemas sociales” que trae el desempleo y la marginación, escribe: “¿Qué hace el hijo de campaña, que no tiene campo, que no tiene donde hacer su rancho, que no tiene trabajo durante meses del año, y que se ve a frente con una familia sumida en la miseria?
No es principio admisible, pero es una verdad práctica y reconocida, que donde hay hambre no hay honradez”. Hernández conoce la raíz del problema, la historia de la infamia y el ultraje, pero como el mismo dice, “esa investigación, y la de todas las causas que le son anexas apenas nos colocarían en camino de descubrir el origen y los motivos del mal, y no es eso lo que nos preocupa en este instante, sino la adopción de medidas capaces de remediarlo”. No puede volver la historia atrás, pero sí poner sus ideas sin negar su lucha desde las páginas encargadas ¡para mejorar la ganadería y la explotación agrícola de los estancieros bonaerenses! , ¿qué funcionario se animaría hoy a realizar un informe así? Continua Hernández: “Por nuestra parte, creemos, que por sí sola, es insuficiente la acción de la Policía, que por su naturaleza se dirige más a reprimir, que a prevenir los males”. Hernández critica las leyes de vagancia y en cambio propone que se establezcan industrias conexas con la producción rural para complementar las intermitencias de las grandes faenas y evitar el desempleo. Por eso, escribe, “Es necesario, como único, como mejor y más eficaz remedio a todos los males, fundar colonias agrícolas con hijos del país” y reclama lo mismo que se le da al colono extranjero que “le ofrece la ley Nacional, tierra, semillas, implantes, herramientas, animales de labranza y mantención por un año para él y su familia”. Continua Hernández: “La Provincia posee tierras excelentes para este objeto; y si no las tiene en parajes adecuados, debe adquirirlas, para lo cual tiene la facultad y los medios de hacerlo.
Cuatro o seis colonias de hijos del país, harían más beneficios, producirían mejores resultados que el mejor régimen policial, y que las más severas disposiciones contra lo que se ha dado en clasificar la vagancia”. Hernández a modo de ejemplo cita el caso de la colonia del pueblo de San Carlos en el partido de Bolívar en la provincia de Buenos Aires fundado en 1878 por su hermano el agrimensor Rafael José Hernández con “hijos del país”, y repasa los avances y logros como en solo tres años se había levantado “más de cien casas; más de doscientas chacras pobladas y cultivadas con grandes sementeras de de maíz, trigo y otros cereales; más de cuarenta mil árboles de todas clases; mucha hacienda de toda especie, y una población activa y laboriosa de cerca de tres mil argentinos”. La colonia se construyo en las cercanías del lugar en que se encontraba un fortín que databa de 1872, donde se había librado la encarnizada batalla de San Carlos, cuando las tropas de Calfucurá pierden su primacía en las pampas. A partir de entonces, se adelanta la línea de fortines quedando entre los pueblos de Guaminí, 25 de Mayo, Olavarría y 9 de Julio, un gigantesco rombo de 270 de largo por 170 kilómetros de ancho de tierras vacías que pronto serían habitadas y puestas a producir de forma intensiva. El plan de Hernández tiene en cuenta la importancia de las comunicaciones para el desarrollo local y proyecta levantar las colonias de hijos del país a lo largo de las vías férreas, o próximo a ellas; “dándoles tierras, semillas, herramientas, animales de labranza y en fin, cuanto con tanta generosidad y justo motivo damos a los colonos extranjeros. Así habría menos necesidad de Ley de vagos; y así habremos respondido a la exigencia de la situación actual de la Provincia”. Hernández explica también la forma en que se debe hacer el reparto: “Trazadas las colonias en los puntos convenientes designados, cada Juzgado debe levantar una especie de padrón de todas aquellas personas de su partido, que no teniendo lugar fijo de residencia, o por otras causas, quieran ir con sus familias a establecerse en la colonia”.
Hernández si bien reconoce como dijimos antes el aporte de la inmigración europea al desarrollo del país no comparte las conclusiones que saca Sarmiento de lo inservibles que le resultaban al sanjuanino las razas naturales argentinas, es por eso que reclama por las colonias de “hijos del País”, escribe el autor del Martín Fierro: “Muchos, muchísimos hijos del país, que carecen hasta de lo más indispensable para su subsistencia y la de sus hijos, aceptarían con la mejor voluntad la provechosa oferta; porque el vicio, la holgazanería, no son dominantes en el país, ni constituyen el carácter de los hijos de la tierra; son accidentales, son impuestos por circunstancias que no está en su mano remediar, pero existe en todos al trabajo, el deseo del bienestar, el anhelo por la comodidad de la familia” . Hernández sabe sobre que suelo pisa, reconoce que su inquietud está al borde de las razones que dispararon su ensayo sobre la “Instrucción del Estanciero”, es por eso que precisa aclarar que su objetivo no es hacer “proclamas” ni tocar ninguna fibra delicada del “sentimiento popular”. Sin embargo no puede negar su militancia al decir: “decimos la verdad, y ella está a la vista de todos, imponiéndose con la fuerza de la evidencia”, como dice el dicho popular “no hay peor ciego que el que no quiere ver”, lo sabe bien Hernández.
Hernández reclama por aquellos hombres que pelearon y sufrieron las mayores desventuras en el derrotero de la guerra de la independencia: “El lepero de Méjico, el llanero de Venezuela, el montubio de Ecuador, el cholo del Perú, el coya de Bolivia y el gaucho argentino, no han saboreado todavía los beneficios de la independencia, no han participado de las ventajas del progreso, ni cosechado ninguno de los favores de la libertad y de la civilización”. Repasa la situación dejando en claro el estado del sujeto social originario que ve como fundamental pero oprimido: “En toda América Latina, con una sola excepción, que es Chile, domina la costumbre secular de mantener en el más completo abandono las clases proletarias, que son sin embargo, la base nacional de su población, su fuerza en la guerra y su garantía en la paz”, aunque casi con las mismas palabras, decía bien Hernández, no Marx ni Engels.

Nosotros desde el momento en que nos toca vivir también invocamos la necesidad de esas colonias de “hijos del país” que reclama Hernández. En un país y una provincia que espanta la alta concentración de la tierra en pocas manos y tanta gente que necesita las cosas más urgentes de la existencia, hacemos el mismo llamado que el autor del Martin Fierro. También la Nación reclama este cambio porque las ciudades presentan problemas que no solo son ya de sobrepoblación sino que también atentan contra la dignidad misma del ser humano y hacen imperceptible el legado identitario del sustrato cultural de la argentina, que es lo mismo que desoír el llamado de los ancestros y el sonido de sus canciones que empujaron desde su origen el destino de grandeza de nuestra patria, la del pueblo del Himno.


A continuación reproducimos la conclusión que realiza Hernández en el capítulo de su ensayo dedicado a la “Formación de colonias con hijos del país”.

“Para nuestra Provincia ha llegado ya la época de modificar por completo el vicioso sistema.
El Gobierno actual, que tiene a su frente un hombre ilustrado y de ideas progresistas, debe tomar enérgicamente la iniciativa en tan fecunda reforma, y acometerla con decisión, realizando de ese modo una de las obras más benéficas para el país, destinada a aliviar la suerte desgraciada de mucha gente, y a introducir una favorable modificación en la organización social de la campaña.
La colonia, trae la vida en grupo, la sociabilidad, el amor al suelo, robustece los vínculos de familia; despierta el amor al trabajo, el anhelo por el adelanto; la colonia reclama la escuela, los hábitos de vida arreglada; y el resultado final es el bienestar, la felicidad, el adelanto y mejora de cuantos forman parte de ella.
Persígase al vicioso, castíguese al culpable, pero no hagamos culpables, por la violencia de las cosas, a los que no lo son por la naturaleza, ni por índole.
Abrase un refugio para los desamparados de la fortuna; adonde puedan ir a ganar con su trabajo honrado, los recursos necesarios para la subsistencia de sus familias.
Las colonias de hijos del país son urgentemente reclamadas en la actualidad, y cada día que pasa, se siente más esa imperiosa necesidad.
Ya no hay fronteras que ir a defender; pero hay brazos forzosamente obligados a permanecer ociosos, por la falta de trabajos continuos que no puede ofrecer la naturaleza de nuestra industria rural; hay mucha gente que no tiene ni donde vivir, porque en la campaña no se tiene recurso de alquilar; hay miserias que no pueden remediarse; porque no hay el auxilio de preocuparse día a día lo que ellas reclaman para ser satisfechas.
Ese es nuestro país, en su organización territorial, social, industrial, y el Gobierno es el único que puede salirles al frente a los males para remediarles de una manera eficaz, política y duradera.
Ese remedio, son las colonias de hijos del país. De ese modo, conforme hay castigo para los malos, habría amparo para los buenos.
No habrá un solo vecino de la campaña, no habrá un solo propietario, que no reconozca la necesidad de la medida que sostenemos, que no calcule todos los beneficios que ella produciría y las mayores garantías que de ese modo tendrían todos los intereses.
Las leyes que castigan no son siempre las que corrigen –muchas veces son mejores las que previenen.
Las leyes penales buscan al delincuente para castigarlo; pero las leyes administrativas deben buscar al hombre honrado para ayudarlo.”



Notas:

1- Dice Rafael Hernández: "La autori¬dad incontestable que tenía en asuntos campestres fue causa que el gobierno del doctor Rocha le confiara la misión de estu¬diar las razas preferibles y los métodos pecuarios de Europa y Australia, para lo cual debía dar la vuelta al mun¬do, siendo costeados por la provincia todos los gastos de viaje y estudios y rentado con sueldo de 17 mil pesos moneda corriente mensuales durante un año, sin más obligación que presen¬tar al regreso un informe que el gobierno se comprometía a publicar. Tan halagadora se suponía esta misión que el decreto fue promulgado sin consultar al favorecido, quien al conocerlo por los diarios se presentó en el acto al despacho del gobierno rehusando tal honor. Como el gobernador insistiera que se necesita un libro que enseñase a formar las nue¬vas estancias y fomentar las existen¬tes, le contestó que para eso era inútil el gasto enorme de tal comisión; que las formas y prácticas europeas no eran aplicables todavía a nuestro país, por las distintas condiciones naturales e industriales; que la selección de razas no puede fi¬jarse con exclusiones por depender del clima y la localidad donde se crían y las variaciones del mercado, que, en fin, en pocos días, sin salir de su casa, ni gravar el erario, escribiría el libro que se necesitaba. Con tal efec¬to escribió “Instrucción del estancie¬ro”, que editó Casavalle y cuyos datos, informaciones y métodos bastan para formar un perfecto mayordomo o direc¬tor de estancias y enseñarle al propie¬tario a controlar sus administradores".

2-Cabe señalar que el llamado “Grito de Alcorta” será también en la provincia de Santa Fe, cuando el 25 de Junio de 1912 estalló una huelga promovida por la Sociedad Italiana del pueblo de Alcorta que rápidamente se propagó en toda la región paralizando a mas de 100.000 agricultores que reclamaban la modificación de los contratos de arrendamientos y a partir de este hecho se funda la Federación Agraria Argentina.
Santa Fe y Entre Ríos son dos provincias donde se afincaron colonias que recibieron gran cantidad de inmigración europea. Ambas provincias son de las que tienen mayor cantidad de pequeños productores, dato que deberían haber revisado los funcionarios que asesoraban a las autoridades nacionales en el llamado “conflicto con el campo” durante el año 2008 a raíz de la resolución 125 que establecía el pago del 40% de retenciones a la exportación de soja principalmente. Aunque el gobierno nacional dio marcha atrás con el decreto que había sido rechazado por el Senado, desde esa oportunidad se unieron sectores históricamente enfrentados como la Sociedad Rural y la Federación Agraria, alentados por el alto precio internacional de los cereales y un proceso de cambio en la producción agro-ganadera caracterizada por el cultivo de transgénicos, engorde en fead-lots, el buen precio de los arrendamientos acompañado de pingues ganancias para las asociaciones de arrendadores llamados “pules de siembra”, unieron a la vieja oligarquía terrateniente con una nueva burguesía agroindustrial y pequeños productores golpeados por la crisis productiva que infligiera el neoliberalismo de los años 90 al sector. Si bien el proyecto final del ejecutivo tuvo correcciones en el sentido de diferenciar a uno y a otros en la tabla productiva y exportadora nacional, lo cierto es que cuando se presentaron las reformas a la resolución, ya era tarde, y los sectores más pequeños unidos a los grandes se enfrentaron con dureza con el gobierno nacional, aun a costa de perder beneficios y garantías que expresaba el nuevo proyecto de ley.

3-Siguiendo el análisis de Hernández podríamos incluir en un amplio abanico desde los casos llamados como “bandidos rurales”, o en la pluma de Eric Hobsbawm, “Rebeldes Primitivos”, hasta los actuales “pibes chorros” de los asentamientos de los cordones urbanos que rodean la Capital Federal. En uno y otro caso, y en diferentes épocas, ambos forman parte del problema que deriva de la expulsión que hace el medio rural y los cambios en las formas de producir que realizan los medios técnicos y tecnológicos en la agroindustria.

4-La batalla de San Carlos marco la pérdida definitiva de la hegemonía militar de Calfucurá que al año siguiente muere, el 4 de junio de 1873 en Chilihué, cerca de General Acha en la provincia de La Pampa.

5-La difícil situación en la que se encontraban los habitantes de la campaña va componiendo, al mismo tiempo que la poesía de Hernández, los rasgos del gaucho irascible y rebelde. Algunos acontecimientos muestran la reacción a este proceso de expropiación de la tierra y de cambios en la producción que se expresaron a partir de 1852 y más intensivamente luego de 1880. El 1 de enero de 1972 en las sierras de Tandil, provincia Buenos Aires, el curandero y predicador, Gerónimo G. de Solané, que se hacía llamar “Tata Dios” conduce a 50 gauchos convencidos que los gringos: italianos, alemanes, ingleses, vascos, portugueses, franceses y otros colonos extranjeros de la zona eran enemigos de Dios y al grito de “Mueran los gringos y masones” degüellan y decapitan 30 personas entre hombres mujeres y niños. Así también Eduardo Gutiérrez publica entre el 28 de noviembre de 1879 y el 8 de enero de 1880 su novela, “Juan Moreira” en forma de folletín por capítulos en el diario La Patria Argentina donde relata la vida de un gaucho que realmente vivió y terminó sus días en el partido de Lobos. Hernández no desea la eliminación de las colonias extrajeras pero reconoce la ausencia de políticas que integren e incluyan a los hijos del país, gauchos mestizos, con una fuerte línea de sangre india.



Bibliografía:


-Chumbita, Hugo, “Hijos del país. San Martín, Irigoyen, Perón”. Buenos Aires, Emecé, 2004.
-Chumbita, Hugo, “Vairoleto: vida y leyenda de un bandolero”. Buenos Aires, Planeta, 1999.
- Chumbita, Hugo, “Jinetes rebeldes. Historia del bandolerismo social en la Argentina”. Buenos Aires. Ediciones Colihue, 2009.
-Hernández, José, “Instrucción Del Estanciero. Tratado Completo Para La Plantación Y Manejo De Un Establecimiento De Campo Destinado A La Cría De La Hacienda Vacuna, Lanar Y Caballar”. Buenos Aires, Editorial Claridad, 2008.
- Hernández, Rafael, “Pehuajó, Nomenclatura de las calles”. Buenos Aires, Intendencia de Pehuajó, 1967.
-Hobsbawm, Eric J., “Rebeldes primitivos”. Barcelona, Ariel, 1968.
-Borges, Jorge Luis, con Guerrero, Margarita, “El Martín Fierro”. Madrid, Alianza Editorial, 1998