Centauro descamisado

Centauro descamisado
Daniel Santoro

jueves, 18 de marzo de 2010

Del crisol de razas a la olla popular. Notas para este Bicentenario de la Patria.

Durante el mes de Enero- Febrero de 2010, el Canal 7 del Estado emitió una serie de reportajes que hizo el sociólogo ex ministro de educación y ex candidato para jefe de gobierno porteño, Daniel Fílmus, a los presidentes de Latinoamérica. En el último programa, el del 12 de Febrero, le tocó cerrar el ciclo a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y repasó algunas anécdotas previas a la asunción a la presidencia de la Nación, la marcha del país y su ubicación en la política continental. Pero tal vez, lo que más llame la atención, y lo diferenciador con otros presidentes que tuvo el país es su visión profunda de la situación social de problemas que provienen de la génesis misma del Estado Nacional. Cristina dijo para Canal 7 al referirse a la situación social en la Argentina:

“Todavía es un país injusto, pero no sólo en términos de distribución del ingreso: en cuanto a reconocimientos. Todavía discrimina, no trata a todos por igual. En el centro del país y siendo rubio y de ojos celestes hay más oportunidades que lejos y como un kolla de piel oscura. No se trata con respeto y con igualdad a todos.”

Que el presidente de la Argentina exprese con tanta claridad uno de los problemas más negados e ignorados por la política, los medios de comunicación y las universidades del país que bajo la farsa del “crisol de razas” ha sumido a las razas originarias y originales del país en el más absoluto silencio, en la degradación social y en la marginalidad más grande e injusta que se encuentra en toda Latinoamérica.
Si, nuestro país, Argentina, el del Himno libertario, el que esconde un sol inca en su bandera, el de Maradona y la selección de fútbol, el de los hospitales, escuelas y universidades públicas, el de todos los climas, el productor mundial de alimentos, ¡sí señor, la República Argentina es uno de los países más racistas, xenófobos e injustos del mundo! Aquí la discriminación y la separación no es evidente y expresa como en el Apartheid sudafricano, en un sentido marxista, aquí las diferencias no solo son solo por el lugar que ocupa cada sector en la lucha de clases; son una combinación de factores históricos económicos, étnicos y culturales que ejercen el control al mismo tiempo y son reguladores y asignadores de recursos sociales, o económicos, que es lo mismo.

La geografía del país es vastísima y a cualquiera que vea su radiografía verá la enorme concentración en las ciudades que contiene. La densidad poblacional en las ciudades, con respecto al “interior”, a las zonas rurales, es abismal, una de los más grandes del mundo. Pero sabemos que no siempre fue así, hace 150 años nada más, no era así; las ciudades concentraban también el poder político “formal”, las instituciones de gobierno, y claro el comercio, pero el poder económico y el poder político, su fuerza de facto, estaba en las orillas y en la campaña. Las pampas no eran un desierto, existía un gran número de pueblos indígenas que las habitaban y procuraban sus alimentos de una relación estrecha con el medio donde vivían. Al mismo tiempo, estos pueblos no estaban aislados como se cree y estaban a tanto de todos los acontecimientos sociales y políticos. En toda la historia argentina, antes y después de la mal llamada “conquista del Desierto” por Roca, hubo lanzas de indios, incluso para exterminar a otros pueblos indios, ya Pizarro y Cortez lo había hecho antes. Las lanzas estuvieron en 1810, en la guerra de la independencia, en las filas unitarias y federales, y luego de la derrota de Calfucurá, se los integró al ejército nacional. Muchos descendientes de los pueblos indios se enrolaron como efectivos de la fuerzas de seguridad, policial y militar, era la única vía de integración social al nuevo esquema de la Nación agro-ganadera exportadora que primero les expropio sus tierras, luego les impidió la posibilidad de adaptación a las nuevas formas de trabajo y que finalmente casi los extermina.
Con algunos compañeros bromeamos cuando durante todo el 2008 se sucedieron los conflictos por la suba de la tasa de retenciones a las exportaciones del grano de la soja principalmente que el ejecutivo nacional quería realizar a través de la “resolución Ministerial 125 y que se lo denomino desde los medios de comunicación como “el conflicto con el campo”. Entonces los sectores concentrados de la vieja oligarquía terrateniente de la Sociedad Rural, con una nueva burguesía con vinculaciones nacionales y extranjeras, tecnologizada e industrial en su forma de producción agrícola de “pools de siembra”, con los pequeños y medianos productores lácteos y agro-ganaderos, representados históricamente en la Federación Agraria Argentina ubicada tradicionalmente dentro de la centro-izquierda, reclamaban “retrotraer la situación” y nosotros decíamos ya que van a “retrotraer” que lo hagan antes de 1880. Como uno siempre quiere sumar amigos nuevos, discutiendo sobre el tema de las retenciones, hice ese mismo chiste a unos amigos de mi hermano que viven en el partido de Las Heras, en la Provincia de Buenos Aires, la cuestión es que les causó tanto desagrado que debimos interrumpir el debate para que no se fueran. Los amigos de mi hermano trataban de explicarme que 2000 hectáreas no eran nada, y que una camioneta 4x4 era un “elemento de primera necesidad”, y que no querían pagar impuestos tan altos porque “se lo roban los políticos”, continué la discusión y mantuve una serie de argumentos baste afilados para contradecir los golpes bajos y las chicanas con la esperanza de ganar la posición, y no sé si por el vicio universitario de debatir hasta un partido de bolita o por canchereo nada más, cansado de tantos argumentos berretas y xenófobos, derrapé y les tiro esa. Pero no fue solo eso, porque cuando les dije 1880, me miraron como una vaca mira pasar un auto, no les significaba nada, así que se los grafique un poco más y les dije que la tierra que habitaban no era ni había sido de ellos, que era de la nación y del estado acá y en cualquier parte del mundo, y que antes había pertenecido a los indios que debieron matar y correr para venderles a sus abuelos gringos para que ellos las heredaran hoy, que los descendientes de esos indios existían y estaban concentrados mayormente en el Gran Bueno Aires y en el Gran Rosario, que algunos podían se piqueteros, pero que no eran vagos, o por lo menos ni más ni menos que yo, y que la asistencia social no era “darles plata a los que no trabajan” sino a los que no tienen nada, les decía que mucha de la gente que habitaban esas zonas eran originarias de zonas rurales que se fueron a trabajar en la industria fabril y que con el proceso de desindustrialización que se dio luego del golpe militar de 1976 y que completó Menem en la década del 90 esa gente había quedado desempleada y sin contención social, ellos insistían en lo atorrante que eran los desempleados y que los villeros demostraban eso porque vivían en condiciones infrahumanas, yo les dije que sería bueno hacer un proceso de radicación por fuera de Buenos Aires y que se les diera tierras para trabajarlas que sería como pagar una deuda con esos sectores tan postergados, les conté que en Estados Unidos los descendientes de esclavos negros iniciaron acciones reparatorias millonarias a J.P. Morgan y otros porque eran empresas que se enriquecieron trayendo esclavos a norteamérica y que algo parecido habían hecho los descendientes y algunos sobrevivientes judíos con las cuentas de bancos en Suiza y que también habían iniciado juicios a las empresas automotrices alemanas por tener esclavos judíos trabajando y que de haberse tratado de una legislación más justa en la Argentina se deberían ver estos casos como algo no tan lejano; fue demasiado, volvimos al futbol y al rato gentilmente se fueron.

En nuestras facultades nadie se platea tampoco nada. Nadie se pregunta por qué cuando viaja en un tren que cruza hacia la provincia de Buenos Aires ve tantos trabajadores mestizos y en la aulas ninguno. Nadie se pregunta ¿qué pasa? en nuestras aulas universitarias cuando a la hora de pasar lista se escuchan esos geringosos trabalenguas impronunciables, porque abundan tanto los apellidos europeos y son minoría los hispánicos, que se ha vuelto parte del sentido común: en la universidad hay apellidos raros, gente blanca y muchos autores extranjeros.
El lugar de la universidad gratuita, laica y pública no es el lugar de los “negros”, término con el cual se iguala a los negros, a los indígenas y a los mestizos en nuestro país. Pero en nuestras facultades nadie va a decir eso, ni va a tocar el tema, porque no es una universidad racista. Entre los amigos y compañeros muchas veces se utiliza ridículamente el término cariñoso “negrito”, “negrita”, he escuchado incluso a amigos míos rubios y de ojos celestes de origen nórdicos y de origen judío del este, llamarse así. En las cursadas de las materias avanzadas esta proporción aumenta y a esto se le ha agregado que gracias a la modificación del tipo de cambio 1 dólar 3 pesos, la universidad no se abrió como decía el Che Guevara “al indio, al mulato, al pueblo” sino a los extranjeros atraídos por las ventajas en el cambio. La universidad pública es barata y publica para los que puedan acceder, como el amigo de mi hermano que decía que los piqueteros no trabajan porque son vagos, los estudiantes de la UBA creen que la universidad es para los que quieran estudiar.

Los medios de comunicación son los órganos canales internacionales por la que se difunde los parámetros ideológicos de la segregación y la Argentina es su mejor exponente. Para comprobarlo solo basta tomar lápiz y papel, hacer dos columna: una que diga “negro” y otra “blanco”, debe poner una tacha en cada columna por cada periodista, actor, conductor, humorista o cualquier personaje que aparezca en la pantalla utilizando un sentido amplio y del sentido común, seguramente van a crecer las marcas en la columna “blanco”, el mismo resultado lo va a obtener si lee una revista o ve las publicidades.
El lugar de los medios de comunicación no es de los “negros”, estos son los que cometen los delitos. Los medios de comunicación progres argentinos pueden criticar a Estados Unidos porque “las cárceles están llenos de negros o afroamericanos”, negros verdaderos, pero acá no se atreven a decir que son indios y mestizos los que llenan las cárceles porque si no tendrían que dar lugar a incomodas reparaciones, mejor decir a media voz “negros de mierda”. En Argentina el lugar de los indios y mestizos en los medios de comunicación esta bloqueado, tanta es la ausencia que cuando alguno accede esa situación de rareza merece el apodo siempre “cariñoso” de “negro”: el negro Dolina, el negro Fontanarrosa, el negro Olmedo, no muchos más. En los países que hay mucha gente negra a nadie se le ocurría llamarla, por ejemplo Brasil: “el negro Pelé”, es Pelé, nosotros le decimos “el negro” en un patético racismo de tablón, o en la Habana de 1960 ningún periodista sería tan imbécil de decirle a Nicolás Guillén –¡Dele negro recite un poema!, pero un notero argentino de hoy me la juego que es capaz de eso y cosas peores, solo basta con prender la televisión y ver semejantes batracios parlantes. No, ni acá, ni en ningún lado dicen el blanco Mariano Grondona, ni el Blanco Luis Majul, ni el Blanco Santos Biasatti, ni el blanco Joaquin Morales Solá.
Bueno si le quedan ganas de volver a hacer sociología para principiantes y necesita algo para comparar y es corajudo, retome lápiz y papel haga las mismas columnas y vaya llenándolas con el método antes citado, en los transportes públicos de la ciudad, en los trenes que salen cargados en las horas pico de Retiro, Constitución y Once, y verá como crecerá la columna opuesta. Pero tenga cuidado si a usted le interesó demasiado el tema de la sociología, y quiere llevar los papelitos a todos lados y practica en las puertas de la universidades, en las iglesias, en las empresas de origen multinacional, lugares de atención al público, obras en construcción, cárceles, etc, descubrirá un mundo de números interesantes pero inservibles a la hora de resolver algo, caerá en la misma trampa que nuestros sociólogos y especialistas en estadística que creen conocer el país por sus números. Muchos de ellos creen que justamente blanco y negro son los parámetros para medir los índices de criminalidad y terminan proponiendo como solución a la pobreza y a la delincuencia la realización de más cárceles.
Entonces hechas estas observaciones, solo que da adelantar nuestras esperanzas para el futuro en este Bicentenario de la Patria. Que no son otras que las que tiene todo el pueblo argentino y que seguramente podremos desarrollarlas en la medida que nos miremos como un país con una raíz y una identidad profunda. Reconocer nuestro pasado indio es una tarea necesaria pero es imprescindible ver el presente de los descendientes de los indios, de “los hijos del País”, dicho en palabras hernándianas y por hoy también de Hugo Chumbita. Ver que los cordones pobres de nuestras grandes ciudades están llenas de aquellos desterrados y expropiados por el capital nacional y extranjero, pero que fueron los hacedores de la patria en los momentos más difíciles, para ellos no hubo ni tierra, ni honor, ni gloria y siempre murieron por la patria. Reconocer esa raíz será devolver un poco de orgullo a nuestra gente olvidada y traicionada mil veces y fortalecerá a nuestra nación hacia una posible refundación.